De la barrilla al lingote I: La fundición de Mariano Peró

La minería del estaño marcó en Bolivia un período importante en la historia republicana del siglo pasado. Nombres como los de Simón I. Patiño, Mauricio Hochschild y Carlos Víctor Aramayo son símbolos del poder minero que modernizó al país, robusteció su sistema económico y lo integró al circuito financiero del mercado global. La vida y obra de los «Barones del Estaño» está abundantemente documentada y disponible en extensa bibliografía que sin embargo, mantiene casi en el anonimato a otros personajes importantes de la época quizás porque en su momento pusieron en peligro enormes intereses políticos y económicos. Tal el caso de Mariano Peró, claro ejemplo de patriotismo real cuya empecinada lucha por instalar la primera fundidora boliviana de estaño convirtió a Oruro en región pionera y capital metalúrgica del país.

Se sabe que en su época, nuestros antepasados incas ya fundían el estaño en hornos nativos de arcilla que alimentaban con paja, yareta, leña, excremento seco de llama y otros combustibles naturales y baratos que abundaban en los lugares próximos a las minas pre-coloniales. Hasta los primeros años del siglo 20, tales conocimientos aún eran utilizados en la región minera de Potosí donde se fundía estaño en hornos de poca capacidad y carentes de tecnología adecuada para producir lingotes de alta pureza que requería el mundo industrializado. El agotamiento de los ricos desmontes y relaves causó el cierre de muchos de ellos a comienzos de 1910 y el ferrocarril Potosí – Antofagasta inaugurado en 1912 les dio el golpe de gracia pues incentivó la exportación de barrillas (concentrados de mineral de estaño).

MarianoPeroAramayoHijo primogénito de una numerosa familia de ascendencia europea y nacido en Sucre el 13 de agosto de 1869, Mariano Peró Aramayo comenzó a trabajar desde los 11 años en una precaria fundición de bismuto en el distrito minero de Tasna, provincia Sud Chichas de Potosí. Su pasión por el trabajo y la acumulación de conocimientos le hicieron merecedor de ascensos que con el paso de los años lo pusieron como jefe de la empresa.

Después de marchar a Buenos Aires para hacer algunos cursos universitarios, regresó a Bolivia para trabajar como jornalero en las minas de Potosí para luego irse a Huanuni en donde hizo sus primeras armas en la química de los minerales. De ahí pasó a Oruro en donde montó un ingenio de concentración de barrillas en el que patentó algunos procesos para obtener un producto limpio de 65% de ley casi libre de impurezas, ganando así su primera fortuna durante la Primera Guerra Mundial gracias a la creciente demanda de la industria militar europea.

Pero no estaba contento con sus logros pues le inquietaba el hecho de que Bolivia producía enormes cantidades de estaño solo para exportarlos en forma de barrillas para ser fundidas en el extranjero. Malasia, primer productor mundial de estaño ya fundía su propio mineral desde principios de siglo, Bolivia en cambio siendo el segundo productor mundial se había quedado estancada en la fase extractiva porque supuestamente carecía de medios y recursos para el salto a la industrialización cuando en realidad poseía una condición excepcional para poder unir la producción con la fundición. Pasar de la minería a la metalurgia, de la barrilla al lingote fue algo que Mariano Peró se tomó como un desafío personal.

Estaba consciente de que instalar una planta fundidora en Bolivia se reflejaría en mayores beneficios e ingresos para la nación pues al fundir su propio estaño y exportar un producto con valor agregado, se disminuirían los costos por fletes de transporte, puertos, penalizaciones por impurezas, compra de sacos metaleros y otros gastos erogados en el extranjero además de salvar la obligación de tranzar y comercializar con los pocos países que tenían fundiciones. Las metas y objetivos de Mariano Peró se orientaron en este sentido y en 1934 empezó los estudios para la construcción de una planta para lo cual invirtió las ganancias de su concesión minera en Chojñacota – La Paz, propiedad que adquirió pagando por ella con parte de las utilidades de su ingenio.

Hizo viajes por toda Europa buscando tecnología para fundir estaño, misma que finalmente encontró en Francia. Pagó 800 mil libras esterlinas por la patente del «Proceso Lamy» que trataba las barrillas utilizando hornos eléctricos de carga continua para luego refinarlos térmicamente hasta sacar lingotes con una pureza del 99.80 %. De vuelta en Bolivia, comenzó la construcción de las instalaciones de la futura planta en la zona de Agua de Castilla en Oruro donde colocó la piedra fundamental el 30 de Mayo de 1937, hecho trascendental que desataría una feroz batalla que lo enfrentó con los poderosos industriales mineros de entonces que utilizaron toda su influencia política y económica para sabotear, conspirar e impedir aquel noble propósito. Solo así se explican todos los obstáculos y dificultades que el proyecto encontró en su camino.

williamsSimón I. Patiño uno de los barones del estaño, era propietario de la fundición Williams Harvey de Liverpool, la más grande de Inglaterra que trabajaba casi exclusivamente con barrilla boliviana extraída de las minas del industrial minero. Es fácil suponer que la puesta en marcha de una planta fundidora en Oruro interrumpiría buena parte del suministro de mineral a la planta de Liverpool que se vería afectada en sus operaciones y finanzas. Para evitarlo, Patiño mandó elaborar un «informe técnico» sobre la factibilidad de fundir estaño en Bolivia el mismo que la condenaba a estancarse en la fase extractiva argumentando «inconveniencia económica» por la escasez de combustible barato, mano de obra calificada, influencia negativa del clima del altiplano, etc. respondiendo así también a la propuesta del presidente Ismael Montes de industrializar nuestro mineral en suelo boliviano.

Otro de los barones del estaño, Mauricio Hochschild tuvo una pelea directa con Mariano Peró cuando intentó sin éxito impedir que éste comprara la patente del «Proceso Lamy» ofreciendo pagar mucho más en una puja que al final terminó perdiendo. Además se había apoderado de la compañía «Soux & Hernández», la más importante de Potosí a principios de siglo que entonces exportaba más estaño metálico que barrilla, hecho que cambió cuando el judío alemán la compró e hizo que no se volviera a fundir estaño nunca más.

Los industriales mineros también organizaron el robo de los planos de instalación de la planta en Oruro cuando habían llegado a Antofagasta y posiblemente hayan estado involucrados en el hundimiento de un barco en el Atlántico que venía con maquinaria y equipo indispensables. Los gobiernos sometidos a sus intereses también conspiraron cuando la burocracia estatal demoró los trámites de importación de materiales destinados a Oruro y para completar el combo; las empresas transnacionales también se negaron a prestar sus servicios. Bolivian Power impidió el suministro de energía eléctrica a la planta y Antofagasta & Bolivian Railway no quiso extender la red ferroviaria que transportaría barrilla hasta la fundición en Agua de Castilla, ambas compañías eran administradas por intereses británicos.

Mariano Peró salvó todos y cada una de estos obstáculos sistemáticamente puestos. Aunque poco pudo hacer con respecto a la red ferroviaria, respondió magistralmente a la negativa de la Bolivian Power haciendo construir un enorme grupo electrógeno de 750 KW que por desgracia fue embargado y rematado tiempo después porque no pudo pagar las enormes deudas que contrajo para construirla. Curiosamente el comprador fue otro de los barones del estaño, Carlos Víctor Aramayo.

Ante la imposibilidad de arrancar con la planta en estas condiciones, regresó a trabajar en su mina de Chojñacota para conseguir recursos que le permitieron continuar con su proyecto en Argentina donde construyó con éxito sus dos primeros hornos de fundición que ahora funcionaban con petróleo con lo que finalmente desechó el «Proceso Lamy» que necesitaba energía eléctrica. En ese trance sucedieron los gobiernos autoritarios de militares fracasados, David Toro, Germán Busch y Enrique Peñaranda, los grandes perdedores en la Guerra del Chaco. Peñaranda, responsable de grandes desastres sufridos por el ejército boliviano a manos de los paraguayos, ganó las elecciones nacionales en 1940 y ejerció hasta que fue derrocado en 1943 por el mayor Gualberto Villarroel López, héroe del Chaco que entraba recién en la escena nacional.

GualbertoVillarroelLopezGualberto Villarroel era un militar con visión modernista y progresista que quería un país libre, productivo y equitativo. Promulgó leyes en favor de los indígenas y de la economía del país, eliminó los tipos de servidumbre heredados del período colonial e hizo una asamblea indígena que fue la primera de este tipo en la historia de América Latina. Fue durante su gobierno que los esfuerzos de Mariano Peró empezaron a tener una tibia acogida pues fue el primer presidente en comprender y alentar sus esfuerzos.
Entusiasmado con la idea de la planta fundidora de estaño en Oruro, hizo posible un préstamo de dinero para completar la instalación lo que no detuvo el sabotaje pues los industriales mineros escondieron la barrilla de modo que no había mineral para fundir. De todas formas Mariano Peró se las arregló para fundir estaño en Oruro y los dos primeros lingotes se los llevó al presidente Villarroel como expresión material de su patriotismo y la culminación de sus esfuerzos por lograr el sueño de fundir estaño en Bolivia.
Desgraciadamente los trágicos y desgarradores sucesos acontecidos el 21 de julio de 1946 frustraron el proyecto de país del presidente Villarroel. Aquel día una turba enardecida de gente ingresó a su despacho en Palacio Quemado donde le golpearon salvajemente, le arrojaron vivo desde el segundo piso y luego le arrastraron mientras era apuñalado y golpeado cruelmente para luego ser colgado en un farol de luz en Plaza Murillo de La Paz. El cuerpo del presidente mártir estuvo oscilando allí durante casi 10 horas.

Los móviles de este salvaje asesinato son atribuidos por una parte al gobierno de los Estados Unidos, enfurecido por las tendencias fascistas del presidente Villarroel que simpatizaba con el nazismo alemán hitleriano y que además tenía vínculos con el socialista militar argentino Juan Domingo Perón. A esto hay que sumar el temor de los industriales mineros ante la inminente instalación en Oruro de modernos hornos de fundición que impedirían en el futuro seguir exportando junto con el estaño, otros minerales valiosos como antimonio, cobre, bismuto, etc.

Enterado de los trágicos acontecimientos, Mariano Peró se hizo presente en La Paz un día después. Llegó a Palacio Quemado la mañana del 22 de julio de 1946 y pidió permiso para entrar al despacho del presidente. Un capitán que resultó ser el jefe de la guardia presidencial accedió al pedido y le pidió que lo siguiera. La oficina presidencial estaba todavía con los muebles caídos y los archivos en el suelo por el ataque del día anterior, allí aún estaban los dos lingotes de estaño que había traído. Este el breve diálogo que entablaron ambos:

MARIANO PERÓ: «Me llevo esto capitán porque es mío, son piezas de estaño fundidas en mi hornito de Oruro
CAPITÁN: «Si son suyas, lléveselas. Al cabo son de estaño nomás»
MARIANO PERÓ: «Ya no tiene sentido que estén aquí, las traje hace un mes para mostrarle al presidente que es posible fundir estaño en Bolivia«

Y enseguida se estremeció al ver que uno de los lingotes tenía manchas de sangre.

Traicionado por sus ministros y abandonado por sus escoltas, es probable que el presidente Villarroel haya intentado defenderse con aquellos lingotes antes de ser asesinado. El lingote manchado con sangre es parte de la historia boliviana ligada al estaño, una historia escrita con sangre minera derramada con las masacres de Uncía, Catavi y otras matanzas de mineros que vendrían después por la codicia generada por obtener el metal del diablo.

Un año después y luego de vencer en desigual lucha a industriales mineros, fundidoras inglesas y norteamericanas, Mariano Peró comenzó a vender estaño fundido con una pureza de 99.85 % en Argentina y se esforzó por hacer llegar a los mercados europeos y norteamericanos la marca «ESTAÑO ORURO» que estaba impresa en todos los lingotes que salían de la ya consolidada «Fundición de Estaño Oruro» (FUNESTAÑO). Tal marca es ahora reconocida en el mercado internacional.
Contrario a los ridículos argumentos esgrimidos para no fundir en el país, los hornos de fundición sí funcionaban en la altura, todo el combustible y material fundente de la planta instalada a casi 4 mil metros sobre el nivel del mar tienen un origen local, no había que importar carbón desde Inglaterra y el frío altiplánico no derivaba en un mayor consumo de combustible y energía, menos había que importar estaño desde Nigeria para mezclarlo con el boliviano y lograr así una supuesta mejor recuperación. Fundentes como piedra caliza, cal apagada, cuarzo, carbonato de sodio también se producían en el país y costaban la mitad de lo que hubiera costado importarlas.

Los hornos rotatorios introducidos por el señor Peró en Oruro, revolucionaron el proceso de fundición de metales pues fueron los primeros en el mundo al tratarse de tecnología nueva para la reducción de estaño con 50 % de pureza. Además la planta de Agua de Castilla tenía una ubicación estratégica al estar ubicada sobre la faja estañífera del país entre los distritos mineros de Huanuni y Colquiri, las zonas productoras más ricas e importantes en Bolivia.

El momento clave para el país llegó el 9 de abril de 1952 cuando estalló la Revolución Nacional que derivó en la toma del poder por el Movimiento Nacionalista Revolucionario que nacionalizó las minas de los Barones del Estaño, hecho que quizás pudo ser evitado con la instalación de fundiciones en Bolivia por parte de Williams Harvey y el señor Patiño. Desde entonces los intereses británicos en el país comenzaron a tambalearse y aunque la planta del señor Peró fundía tan sólo una cuarta parte del estaño que se producía, los intereses extranjeros fueron heridos de muerte y el poder minero estaba casi aniquilado. Se dice que generó un ahorro de hasta 90 millones de dólares al competir con las fundiciones extranjeras, ahorro del que se beneficiaron COMIBOL, el Banco Minero, las cooperativas mineras, los mineros medianos y chicos.

La actividad metalúrgica de la Fundición de Estaño de Oruro S.A. (FUÑESTAÑO) se ha extendido por más de 70 años, hecho que por sí mismo hace que la empresa sea catalogada como pionera en la industria de la fundición en Bolivia. Hasta 1992 permaneció en la zona de Agua de Castilla desde donde se trasladó a la zona industrial de Huajara donde hoy en día sigue funcionando bajo la razón social de Operaciones Metalúrgicas S.A. (OMSA) donde se obtiene un producto del 99.99 % en lingotes de estaño.

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Mariano Peró Aramayo falleció en septiembre de 1964, no sin antes ver cumplido el sueño de contribuir con sus impuestos al desarrollo del país favoreciendo entre otras obras, a la construcción de la Ciudadela Universitaria de Oruro generando además fuentes de trabajo no solo en su empresa. Su experiencia hizo posible años después el desarrollo de otros proyectos de fundición como La Palca y Karachipampa además de la instalación y puesta en marcha de la primera fundidora estatal de estaño de ENAF en Vinto, convirtiendo al departamento de Oruro en distrito pionero en la fundición de minerales y centro metalúrgico de Bolivia.

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Documentos consultados

  • «El Poder y la Caída», Sergio Almaráz. Editorial Los Amigos del Libro, 1980.
  • «Historia de la minería andina boliviana», Carlos Serrano Bravo. Potosí, diciembre de 2004.
  • «Oruro Capital Metalúrgica de Bolivia», Perspectiva Minera. «La Patria», Oruro (22/01/2010)
  • «Sergio Almaráz: El Hombre y su Obra», Roberto Vila de Pando.
  • «Almaráz y la construcción del Estado Nacional», Andrés Solíz Rada. «Patria Grande», revista La Paz.
  • «La terca memoria de esos días», Coco Manto. «Cambio», La Paz (22/07/2007)

En su libro «El Poder y la Caída», Sergio Almaráz Paz usa la expresión “pasar de la barrilla al lingote” para referirse a la transformación de los concentrados de mineral en lingotes metálicos. La minería boliviana se estancó en la fase extractiva limitándose solo a producir concentrados (barrilla) para exportarlos en bruto.

Oruro y la capital de la República

Entre abril y octubre de 1899, la ciudad de Oruro se convirtió de hecho en la capital de la república como consecuencia de una sangrienta guerra civil que enfrentó al norte con el sur del país. Terminadas las hostilidades, se firmaron allí decretos con los cuales quedaron definitivamente establecidos hasta el día de hoy, el sistema de gobierno, la sede de los poderes del estado y la capital constitucional de Bolivia, temas que sin embargo aún siguen discutiéndose en nuestros días.

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Es un problema que el país arrastra desde su nacimiento a la vida independiente: la sede de la capital de la república. ¿Debería quedarse en Sucre, ciudad pequeña, aislada y aferrada orgullosamente a los recuerdos de su hegemonía colonial? ¿Debería irse a La Paz, ciudad populosa, progresista y próxima a nuevas fuentes de riqueza? Tal controversia intentó resolverse en una sesión de congreso reunida en Sucre el 18 de noviembre de 1898, misma en la que se discutió un proyecto de ley para que el poder ejecutivo fijase su residencia permanente y definitiva en esta ciudad para terminar con la patética imagen que brindaban los presidentes de entonces, acostumbrados a recorrer el país montados en una mula tratando de escapar a las circunstancias y los vaivenes de la inestable política boliviana.

El proyecto que fue presentado por los representantes conservadores chuquisaqueños, fue rechazado de entrada por los representantes liberales paceños que intentaron convencer a sus pares de discutir el asunto en una ciudad neutral. Como estas gestiones fracasaran, abandonaron la ciudad en señal de protesta para luego regresar a La Paz y reunirse allí con otros líderes liberales con quienes formaron una Junta de Gobierno que después de declarar la revolución, impuso un sistema de gobierno federal bajo el argumento de que sería el más conveniente para los intereses de la nación. Esto quería decir que en adelante las riquezas del departamento de La Paz sólo se destinarían para su propio desarrollo y no para atender las necesidades de los otros departamentos, olvidando que regiones como Oruro y Potosí contribuían enormemente en su progreso tal  como lo siguen haciendo hoy en día.

Así, Bolivia quedó conmovida con el estallido de una sangrienta guerra civil cuyo objetivo final en el fondo era obtener la capitalía plena de una nación dividida por una profunda rivalidad regional, política y hasta racial dirigida entonces por el conservador presidente Severo Fernández Alonso desde 1896, quien marchó hasta Oruro para instalar su cuartel general. Allí había vivido varios años acumulando una gran fortuna al hacerse dueño de la famosa mina de San José que según dicen sus detractores la obtuvo utilizando medios ilícitos.

Desde Oruro, el presidente Fernández Alonso llamó a las fuerzas militares reclutadas en Sucre, Cochabamba y otras regiones del país que aún permanecían subordinadas a su autoridad. A mediados de enero 1899, el ejército conservador comenzó su lento y temeroso avance hacia el norte parando en el pueblo de Viacha a 30 kilómetros de La Paz, donde  el mando de de las tropas liberales revolucionarias había sido asumido por el coronel José Manuel Pando, candidato liberal a la presidencia para las frustradas elecciones de aquel año quien armó barricadas en las calles de la ciudad, mandó emisarios en busca de armas al Perú y pidió ayuda a los caciques aimaras para que le colaboraran en su campaña contra las fuerzas conservadoras. Acudió entre ellos el líder indígena Pablo Zárate Willka, amigo personal de Pando nacido en la comunidad de Sicasica, provincia Aroma de La Paz, caudillo inteligente, gran estratega militar, severo, tenaz, persuasivo, toda una autoridad reconocida en comunidades importantes como Pacajes, Sicasica, Inquisivi, Paria, Carangas, Tapacarí y Ayopaya que no dudaron en acudir a su llamado.

Los primeros choques ocurrieron el 21 de enero de 1899 cuando las tropas del presidente Fernández Alonso marcharon desde Viacha a Corocoro en busca de víveres volviendo con varias cabezas de ganado y caballos, hecho que enardeció los ánimos de la indiada afín al coronel Pando que rodeó el pueblo y atacó a las fuerzas conservadoras con piedras lanzadas con hondas, tiros de revólver y dinamita proporcionada por algunos mineros asociados a la causa federal. Después de algunas horas de combate y agotada su munición, los soldados constitucionalistas abandonaron al galope la plaza donde se defendían siendo atacados por indios y mineros parapetados sobre los techos y en las esquinas. Murieron 27 indígenas, dos soldados y hubo varios heridos,

Los sobrevivientes en su mayoría jóvenes soldados chuquisaqueños, decidieron volver a Viacha desviándose por Ayo Ayo para evitar una eventual concentración de indios en el camino. En este pueblito se encontraron con otra compañía de soldados chuquisaqueños, orureños y cochabambinos con los que avanzaron hasta Viacha escoltando seis carretas cargadas con armas y munición. El coronel Pando sabedor de este movimiento por aviso de los indios, envió una fuerza de caballería que rodeó Viacha dando lugar a un combate que tuvo lugar el 24 de enero en el cruce del camino de Ayo Ayo con el de Luribay (Crucero de Chacoma) en el cual las tropas constitucionales sorprendidas de frente por las federales y acosadas en los costados por los indios, se defendieron desordenadamente sufriendo numerosas bajas hasta que se replegaron con dirección a Oruro. Cuatro de las carretas se incendiaron explotando su contenido durante el intercambio de fuego, las otras dos cayeron en poder de los federales junto con varios prisioneros.

Las tropas constitucionales en retirada dejaron a sus heridos en Ayo Ayo al cuidado del cura de su iglesia, un capellán militar y el cura de Viacha. Al caer la tarde, más de un centenar de indios alcoholizados rodeó el pueblo, tomó la plaza principal, atacó viviendas particulares y asedió a los heridos refugiados en el templo. Por la noche tomaron la iglesia, forzaron las puertas donde estaban los refugiados y entraron para luego masacrarlos bárbaramente, partiéndoles las cabezas con hachas, sacándoles los ojos, rasgándoles la piel con alambres, apuñalándoles, desnudándoles y arrastrándolos por las calles hasta matarlos.  La tragedia ocurrió el mismo día del combate del Crucero de Chacoma y terminó con el brutal asesinato de 27 soldados, el capellán militar y los dos curitas.

La sed de sangre y muerte de los indios aliados de los liberales no terminó allí. Declararon una guerra a muerte contra la raza blanca atacando no solo a tropas constitucionales sino también a tropas federales como ocurrió con un grupo de oficiales y soldados organizados en la provincia Inquisivi que antes de ser degollados fueron vejados, torturados, arrastrados por caballos y asesinados salvajemente con golpes de macanas, palos, piedras, hachas y cuchillos. De 130 soldados masacrados solo se salvó uno que vivió para contar aquel horripilante banquete de sangre en el que perecieron todos sus compañeros en la iglesia de Mohoza, festín que comenzó a las ocho de la noche del 28 de febrero de 1899 y terminó a las diez de la mañana del día siguiente.

Las ignorantes hordas aimaras encabezadas por Pablo Zárate Willka nada entendían ni nada les importaba el conflicto entre liberales y conservadores, federalistas y constitucionales, La Paz y Chuquisaca, norte y sur. Solo empuñaban sus instrumentos de exterminio impulsados por el anhelo milenario de recuperar el dominio de su hábitat ancestral sometido por siglos a amos extranjeros, incas quechuas, conquistadores españoles y ahora sus descendientes.

Documentos de la época constatan el salvajismo y la brutalidad de los indios. Se describe por ejemplo el horror que vivieron en su hacienda de Tolapalca un granjero inglés y su hijo de 14 años cuyos cadáveres fueron encontrados uno con la cabeza perforada y otro con la cabeza partida en dos por un hacha, ambos con los ojos arrancados, la piel quemada y desprendida como si se tratara de un guante. Otro testimonio relata cómo un italiano dedicado a la explotación de goma fue cortado a pedazos por la indiada del pueblo de Challana en la provincia Larecaja, otro relata cómo en Corocoro un noruego gerente de una compañía minera disparó matando a su familia y a él mismo para evitarse el padecimiento de una muerte horrible a manos de decenas de indios que los tenían rodeados.

La bestialidad de los indios trogloditas se contagió a los aimaras y quechuas de otras provincias de La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba que comenzaron a perseguir a propietarios de minas, administradores de casas comerciales y otros que buscaron asilo y refugio en la ciudad de Oruro. Tal situación que amenazaba con salirse de control motivó al coronel Pando a escribirle una proposición de paz al presidente Fernández Alonso mediante carta enviada desde Caracollo el 4 de marzo de 1899 en la cual le pidió su renuncia en nombre de la Junta Militar para unificar ambos ejércitos, calmar la ferocidad de los indios, acabar con la guerra civil, devolverle la tranquilidad a Bolivia y convocar a una asamblea constituyente.    

El presidente Fernández Alonso rechazó tal propuesta argumentando motivos constitucionales mediante carta dirigida desde Oruro el 5 de marzo de 1899, después de la cual el ejército federalista comenzó su avance hasta aquella capital. En el camino se encontraron con las tropas constitucionales y libraron el combate decisivo desde las tres de la tarde del 10 de abril de 1899 en una gran planicie sembrada de cebada donde el camino de Oruro a Lequepalca hacía cruz con el de Paria a Caracollo (Crucero de Paria).

Ya al anochecer, las fuerzas indígenas de Zárate Willka y el ejército federal de José Manuel Pando terminaron infringiendo una aplastante derrota a las fuerzas constitucionales con numerosas bajas en ambos lados. El presidente Severo Fernández Alonso pasó esa noche en Oruro y al amanecer del día siguiente tomó la ruta del exilio a Chile. El 12 de abril 1899 el coronel Pando hizo su entrada triunfal en la ciudad de Oruro, lado a lado con Willka, los ejércitos de ambos se mezclaron y marcharon en medio de una impresionante multitud por las calles de Oruro.

ORPandoDos días después, la Junta de Gobierno revolucionaria allí reunida, proclamó mediante decreto a La Paz como capital de la República y convocó para agosto a elecciones para elegir a los miembros de una asamblea constituyente a la que llamaron convención nacional, misma que después de ser conformada con abrumadora mayoría liberal se reunió en Oruro el 20 de octubre siendo los dos temas centrales de su agenda, la elección del Presidente de la República y la federalización del país. El primer punto no ofreció mayores dificultades pues el coronel José Manuel Pando tenía el apoyo casi total de los asambleístas convencionales para ser elegido, hecho que ocurrió el 25 de octubre de 1899 cuando recibió la investidura presidencial después de ser favorecido con casi la totalidad de los votos de los miembros de la convención.

El segundo punto fue objeto de fuertes y acalorados debates que terminaron finalmente con la continuidad del sistema de gobierno unitario para la nación, enterrando así el pretendido sistema federalista en cuyo nombre se había combatido sangrientamente. Curiosamente el coronel Pando líder de la revolución federal, abogó por el unitarismo poniendo así en evidencia el objetivo de fondo de los liberales paceños que solo era hacerse con el poder para llevarse la capital a La Paz. Para darle un consuelo a la adolorida y derrotada ciudad de Sucre, se le dejó tan solo el triste título honorífico de Capital de la República pero sin el honor que merecería tal condición aunque sí conservó la sede del poder judicial y el domicilio de la Corte Suprema de Justicia mientras que los poderes ejecutivo y legislativo tomaron residencia definitiva en La Paz, sede de gobierno.

ORzarateWillkaEn cuanto a Pablo Zárate Willka apodado “El Terrible” por la prensa de entonces, el amigo personal con quien había luchado a su lado ordenó su apresamiento el 22 de abril de 1899 en Sicasica para ser juzgado junto con su estado mayor por las atrocidades y los horrendos crímenes cometidos durante y después de la guerra federal con lo que el movimiento indígena quedó desbaratado siendo reprimido y disuelto sin contemplaciones. Después de sufrir toda clase de abusos y vejámenes, Willka fue muerto en prisión en 1903 por los mismos liberales a quienes ayudó y que solo habían utilizado a los indígenas para concretar sus ambiciones.

Así en los hechos, la sede de gobierno para la ciudad de La Paz fue obtenida en base a traición y mentiras que costaron sangre, vidas de indios y mestizos bolivianos, en su mayoría jóvenes chuquisaqueños, estudiantes universitarios y colegiales adolescentes. La revolución federalista no fue sino una simple excusa para disfrazar la mezquindad y egoísmo paceños que después de quitarle la capitalía a Sucre, consolidaron un centralismo malsano que impide el desarrollo del resto del país mismo que no ha podido romperse hasta el día de hoy.

El tema de la capitalía intentó ponerse en la agenda de la Asamblea Constituyente convocada y reunida en Sucre en 2006, pero las aspiraciones chuquisaqueñas quedaron frustradas esta vez por el gobierno populista neoliberal de Evo Morales Ayma el 10 de diciembre de 2007 en la ciudad de Oruro, no sin antes mancharse las manos con sangre de ciudadanos sucrenses solo para que La Paz continúe tomando las decisiones por todos los bolivianos.

Documentos consultados

“Llallagua, Historia de una Montaña”, Roberto Querejazú Calvo. Editorial “Amigos del Libro”, Cochabamba 1981.

“Historia General de Bolivia”, Joseph M. Barnadas. Editorial “Juventud”, La Paz 1987.

“Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles”, Carlos D. Mesa Gisbert, La Paz 1990.

Patria, libertad e independencia: Oruro gritó antes que Chuquisaca

El grito libertario en Chuquisaca se produjo el 25 de mayo de 1809, en La Paz el 16 de julio del mismo año y en Cochabamba el 14 de septiembre de 1810. Sin embargo el grito libertario en Oruro es anterior a todos ellos así que respetando el orden cronológico de los hechos, el 10 de Febrero de 1781 encabeza a todos los anteriores y se constituye así en el primero de los pronunciamientos emancipadores e independentistas en América Latina.

Tales hechos históricos no han merecido un estudio responsable y convincente que refleje la verdad. Incluso los estudios considerados serios de la época, han sido objeto de distorsión por culpa de ideologías cargadas de intereses regionalistas que imperaban en aquellos momentos y que manosearon la verdad histórica y a sus protagonistas.

La prerrogativa del primer grito libertario lanzado en el Alto Perú, fue atribuida cronológicamente y sin mayores observaciones a Chuquisaca, primacía que disputó con La Paz que por su lado también se creía precursor del movimiento independentista. Esta disputa encendió acalorados debates y discusiones sobre la sede de la capital de la república que fueron uno de los detonantes para el estallido de una sangrienta guerra civil en diciembre de 1898.

Oruro sin embargo evitó sembrar luto y dolor en los hogares bolivianos y se mantuvo pacífica, fraternal y trabajadora no obstante haber establecido en el calendario histórico nacional el 10 de Febrero de 1781 como aniversario cívico y efeméride departamental, fecha que fue ignorada por toda la nación o simplemente confundida con una sublevación de indígenas en contra de los españoles para restaurar el imperio incásico y que apenas merecía breves comentarios por parte de los historiadores.

Las cosas se habrían quedado así de no haber sido por el arduo trabajo de investigación histórica de un joven profesional nacido en Oruro que en 1884 reveló a toda Bolivia que la revolución de 1781 en Oruro no fue una simple sublevación de indígenas sino que fue una verdadera iniciativa de guerra de la independencia llevada a cabo por criollos, mestizos e indios con el deseo manifiesto de establecer una patria libre e independiente.

Cansado de buscar y no encontrar algo importante relacionado con la contribución de Oruro a la independencia de Bolivia en las obras nacionales de historia y viejos documentos oficiales de la colonia que en muchos casos habían sido distorsionados y malinterpretados, don Adolfo Mier y León expuso el 6 de agosto de 1884 el fruto de sus largas investigaciones emprendidas de manera tenaz y perseverante que lo llevaron a encontrar en Buenos Aires los documentos del tomo 5º de la “Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las provincias del Río de La Plata” de don Pedro de Angelis, una relación histórica que contaba y explicaba en detalle los hechos sucedidos el 10 de Febrero de 1781. Fue así como Bolivia se enteró por vez primera de la vibrante proclama de Sebastián Pagador, clara, sin vacilaciones y sin medias tintas:

“Amigos paisanos y compañeros: en ninguna ocasión podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor a la patria sino en esta, no estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas gustosos en defensa de la libertad convirtiendo toda la humildad y rendimiento que hemos tenido con los europeos en ira y furor…”

(Sebastián Pagador, 10 de Febrero de 1781).

Es difícil creer que la Real Villa de San Felipe de Austria siendo en ese entonces el centro más poblado de la patria, con los recursos minerales que disponía y con su estratégica posición geográfica, se hubiese quedado inerte sin haber tenido una influencia y participación importantes en la emancipación americana. La historia dice que no fue así, la historia dice que el 10 de Febrero de 1781 fue un acontecimiento de carácter nacional y continental, una fecha épica y memorable en la que por vez primera durante la colonia, un pueblo entero desconoció el derecho divino impuesto por el Rey de España, proclamando patria, libertad e independencia y repudiando el régimen de penosa e inhumana servidumbre y arbitrariedades impuestas por los conquistadores.

Fue el 10 de Febrero de 1781 el que sirvió de cimiento e inspiración para movimientos posteriores en el Alto Perú como los de Chuquisaca y La Paz que sucedieron casi 30 años después y fueron los nobles sacrificios de Jacinto y Juan de Dios Rodríguez, Sebastián Pagador, Clemente Menacho, Diego Flores, Manuel, Nicolás y Domingo Herrera, José Azurduy, Miguel Portillo, Francisca y María Quiróz, Mariano Bernal Lira, Nicolás Caro, Francisca Gola y otros los que inmortalizaron esta fecha.

En días posteriores a aquel 6 de agosto de 1884, don Adolfo Mier emprendió una campaña de difusión de la verdad histórica sobre la gloriosa epopeya de 1781 con la publicación de libros, folletos y documentos existentes en los archivos de Sucre y Buenos Aires, organizando conferencias y escribiendo artículos de prensa que muchas veces le han ocasionado serias y apasionadas polémicas pues tal como ocurre hoy en día, imperaba en Bolivia un marcado regionalismo entre los pueblos y cada cual quería para sí el mérito de haber dado el primer grito libertario de emancipación latinoamericana. Y tal como ocurre hoy en día, la investigación de Adolfo Mier fue menospreciada, la figura de Sebastián Pagador minimizada y los hechos del 10 de Febrero de 1871 restados en su importancia.

En 1926 bajo la presidencia de Hernando Siles, se intentó opacar los acontecimientos del 10 de febrero de 1781 y se intentó cambiar la fecha de la efeméride de Oruro por el 6 de octubre de 1810 que por un tiempo resultó ser la única fecha reconocida por el resto de las autoridades nacionales y también las locales que no siempre han sido orureñas. Sin embargo el 6 de octubre de 1806 ha sido olvidado con el tiempo hasta casi ser suprimido del calendario histórico de Oruro sin saberse los motivos aunque fue desempolvado para celebrar un bicentenario en 2010 que los orureños ya habían conmemorado en febrero de 1981.

La historia ha dado su veredicto y ha dado una respuesta afirmativa, categórica y rotunda: El grito de Oruro fue el primero que despertó a América Latina el 10 de Febrero de 1781 y Oruro mismo pudo haberlo hecho mucho antes en julio de 1739 cuando un grupo de orureños encabezados por Juan Vélez de Córdoba e inspirados en su “Manifiesto de Agravios”, intentó dar un primer grito de emancipación que fue desbaratado por una traición antes de llevarse a cabo. Tal hecho ha sido documentado en el “Archivo de General de las Indias” de Sevilla en España y fue dado a conocer por el ilustre orureño don Marcos Beltrán Ávila, tema que será objeto de revisión en otro post.

Documentos consultados    

  • «La Iniciativa de Oruro en 1781». Adolfo Mier, publicación (10/02/1884)
  • «Acción grandiosa del 10 de Febrero de 1781». César Cadima Maldonado,  “La Patria” Oruro (10/02/1976)
  • «Adolfo Mier y el 10 de Febrero». Jorge Fajardo, “Presencia” La Paz (10/02/1981)
  • «¡Oruro en el primer grito libertario!». Luis Gareca Oporto, “La Patria” Oruro (10/02/1991)