De la barrilla al lingote I: La fundición de Mariano Peró

La minería del estaño marcó en Bolivia un período importante en la historia republicana del siglo pasado. Nombres como los de Simón I. Patiño, Mauricio Hochschild y Carlos Víctor Aramayo son símbolos del poder minero que modernizó al país, robusteció su sistema económico y lo integró al circuito financiero del mercado global. La vida y obra de los «Barones del Estaño» está abundantemente documentada y disponible en extensa bibliografía que sin embargo, mantiene casi en el anonimato a otros personajes importantes de la época quizás porque en su momento pusieron en peligro enormes intereses políticos y económicos. Tal el caso de Mariano Peró, claro ejemplo de patriotismo real cuya empecinada lucha por instalar la primera fundidora boliviana de estaño convirtió a Oruro en región pionera y capital metalúrgica del país.

Se sabe que en su época, nuestros antepasados incas ya fundían el estaño en hornos nativos de arcilla que alimentaban con paja, yareta, leña, excremento seco de llama y otros combustibles naturales y baratos que abundaban en los lugares próximos a las minas pre-coloniales. Hasta los primeros años del siglo 20, tales conocimientos aún eran utilizados en la región minera de Potosí donde se fundía estaño en hornos de poca capacidad y carentes de tecnología adecuada para producir lingotes de alta pureza que requería el mundo industrializado. El agotamiento de los ricos desmontes y relaves causó el cierre de muchos de ellos a comienzos de 1910 y el ferrocarril Potosí – Antofagasta inaugurado en 1912 les dio el golpe de gracia pues incentivó la exportación de barrillas (concentrados de mineral de estaño).

MarianoPeroAramayoHijo primogénito de una numerosa familia de ascendencia europea y nacido en Sucre el 13 de agosto de 1869, Mariano Peró Aramayo comenzó a trabajar desde los 11 años en una precaria fundición de bismuto en el distrito minero de Tasna, provincia Sud Chichas de Potosí. Su pasión por el trabajo y la acumulación de conocimientos le hicieron merecedor de ascensos que con el paso de los años lo pusieron como jefe de la empresa.

Después de marchar a Buenos Aires para hacer algunos cursos universitarios, regresó a Bolivia para trabajar como jornalero en las minas de Potosí para luego irse a Huanuni en donde hizo sus primeras armas en la química de los minerales. De ahí pasó a Oruro en donde montó un ingenio de concentración de barrillas en el que patentó algunos procesos para obtener un producto limpio de 65% de ley casi libre de impurezas, ganando así su primera fortuna durante la Primera Guerra Mundial gracias a la creciente demanda de la industria militar europea.

Pero no estaba contento con sus logros pues le inquietaba el hecho de que Bolivia producía enormes cantidades de estaño solo para exportarlos en forma de barrillas para ser fundidas en el extranjero. Malasia, primer productor mundial de estaño ya fundía su propio mineral desde principios de siglo, Bolivia en cambio siendo el segundo productor mundial se había quedado estancada en la fase extractiva porque supuestamente carecía de medios y recursos para el salto a la industrialización cuando en realidad poseía una condición excepcional para poder unir la producción con la fundición. Pasar de la minería a la metalurgia, de la barrilla al lingote fue algo que Mariano Peró se tomó como un desafío personal.

Estaba consciente de que instalar una planta fundidora en Bolivia se reflejaría en mayores beneficios e ingresos para la nación pues al fundir su propio estaño y exportar un producto con valor agregado, se disminuirían los costos por fletes de transporte, puertos, penalizaciones por impurezas, compra de sacos metaleros y otros gastos erogados en el extranjero además de salvar la obligación de tranzar y comercializar con los pocos países que tenían fundiciones. Las metas y objetivos de Mariano Peró se orientaron en este sentido y en 1934 empezó los estudios para la construcción de una planta para lo cual invirtió las ganancias de su concesión minera en Chojñacota – La Paz, propiedad que adquirió pagando por ella con parte de las utilidades de su ingenio.

Hizo viajes por toda Europa buscando tecnología para fundir estaño, misma que finalmente encontró en Francia. Pagó 800 mil libras esterlinas por la patente del «Proceso Lamy» que trataba las barrillas utilizando hornos eléctricos de carga continua para luego refinarlos térmicamente hasta sacar lingotes con una pureza del 99.80 %. De vuelta en Bolivia, comenzó la construcción de las instalaciones de la futura planta en la zona de Agua de Castilla en Oruro donde colocó la piedra fundamental el 30 de Mayo de 1937, hecho trascendental que desataría una feroz batalla que lo enfrentó con los poderosos industriales mineros de entonces que utilizaron toda su influencia política y económica para sabotear, conspirar e impedir aquel noble propósito. Solo así se explican todos los obstáculos y dificultades que el proyecto encontró en su camino.

williamsSimón I. Patiño uno de los barones del estaño, era propietario de la fundición Williams Harvey de Liverpool, la más grande de Inglaterra que trabajaba casi exclusivamente con barrilla boliviana extraída de las minas del industrial minero. Es fácil suponer que la puesta en marcha de una planta fundidora en Oruro interrumpiría buena parte del suministro de mineral a la planta de Liverpool que se vería afectada en sus operaciones y finanzas. Para evitarlo, Patiño mandó elaborar un «informe técnico» sobre la factibilidad de fundir estaño en Bolivia el mismo que la condenaba a estancarse en la fase extractiva argumentando «inconveniencia económica» por la escasez de combustible barato, mano de obra calificada, influencia negativa del clima del altiplano, etc. respondiendo así también a la propuesta del presidente Ismael Montes de industrializar nuestro mineral en suelo boliviano.

Otro de los barones del estaño, Mauricio Hochschild tuvo una pelea directa con Mariano Peró cuando intentó sin éxito impedir que éste comprara la patente del «Proceso Lamy» ofreciendo pagar mucho más en una puja que al final terminó perdiendo. Además se había apoderado de la compañía «Soux & Hernández», la más importante de Potosí a principios de siglo que entonces exportaba más estaño metálico que barrilla, hecho que cambió cuando el judío alemán la compró e hizo que no se volviera a fundir estaño nunca más.

Los industriales mineros también organizaron el robo de los planos de instalación de la planta en Oruro cuando habían llegado a Antofagasta y posiblemente hayan estado involucrados en el hundimiento de un barco en el Atlántico que venía con maquinaria y equipo indispensables. Los gobiernos sometidos a sus intereses también conspiraron cuando la burocracia estatal demoró los trámites de importación de materiales destinados a Oruro y para completar el combo; las empresas transnacionales también se negaron a prestar sus servicios. Bolivian Power impidió el suministro de energía eléctrica a la planta y Antofagasta & Bolivian Railway no quiso extender la red ferroviaria que transportaría barrilla hasta la fundición en Agua de Castilla, ambas compañías eran administradas por intereses británicos.

Mariano Peró salvó todos y cada una de estos obstáculos sistemáticamente puestos. Aunque poco pudo hacer con respecto a la red ferroviaria, respondió magistralmente a la negativa de la Bolivian Power haciendo construir un enorme grupo electrógeno de 750 KW que por desgracia fue embargado y rematado tiempo después porque no pudo pagar las enormes deudas que contrajo para construirla. Curiosamente el comprador fue otro de los barones del estaño, Carlos Víctor Aramayo.

Ante la imposibilidad de arrancar con la planta en estas condiciones, regresó a trabajar en su mina de Chojñacota para conseguir recursos que le permitieron continuar con su proyecto en Argentina donde construyó con éxito sus dos primeros hornos de fundición que ahora funcionaban con petróleo con lo que finalmente desechó el «Proceso Lamy» que necesitaba energía eléctrica. En ese trance sucedieron los gobiernos autoritarios de militares fracasados, David Toro, Germán Busch y Enrique Peñaranda, los grandes perdedores en la Guerra del Chaco. Peñaranda, responsable de grandes desastres sufridos por el ejército boliviano a manos de los paraguayos, ganó las elecciones nacionales en 1940 y ejerció hasta que fue derrocado en 1943 por el mayor Gualberto Villarroel López, héroe del Chaco que entraba recién en la escena nacional.

GualbertoVillarroelLopezGualberto Villarroel era un militar con visión modernista y progresista que quería un país libre, productivo y equitativo. Promulgó leyes en favor de los indígenas y de la economía del país, eliminó los tipos de servidumbre heredados del período colonial e hizo una asamblea indígena que fue la primera de este tipo en la historia de América Latina. Fue durante su gobierno que los esfuerzos de Mariano Peró empezaron a tener una tibia acogida pues fue el primer presidente en comprender y alentar sus esfuerzos.
Entusiasmado con la idea de la planta fundidora de estaño en Oruro, hizo posible un préstamo de dinero para completar la instalación lo que no detuvo el sabotaje pues los industriales mineros escondieron la barrilla de modo que no había mineral para fundir. De todas formas Mariano Peró se las arregló para fundir estaño en Oruro y los dos primeros lingotes se los llevó al presidente Villarroel como expresión material de su patriotismo y la culminación de sus esfuerzos por lograr el sueño de fundir estaño en Bolivia.
Desgraciadamente los trágicos y desgarradores sucesos acontecidos el 21 de julio de 1946 frustraron el proyecto de país del presidente Villarroel. Aquel día una turba enardecida de gente ingresó a su despacho en Palacio Quemado donde le golpearon salvajemente, le arrojaron vivo desde el segundo piso y luego le arrastraron mientras era apuñalado y golpeado cruelmente para luego ser colgado en un farol de luz en Plaza Murillo de La Paz. El cuerpo del presidente mártir estuvo oscilando allí durante casi 10 horas.

Los móviles de este salvaje asesinato son atribuidos por una parte al gobierno de los Estados Unidos, enfurecido por las tendencias fascistas del presidente Villarroel que simpatizaba con el nazismo alemán hitleriano y que además tenía vínculos con el socialista militar argentino Juan Domingo Perón. A esto hay que sumar el temor de los industriales mineros ante la inminente instalación en Oruro de modernos hornos de fundición que impedirían en el futuro seguir exportando junto con el estaño, otros minerales valiosos como antimonio, cobre, bismuto, etc.

Enterado de los trágicos acontecimientos, Mariano Peró se hizo presente en La Paz un día después. Llegó a Palacio Quemado la mañana del 22 de julio de 1946 y pidió permiso para entrar al despacho del presidente. Un capitán que resultó ser el jefe de la guardia presidencial accedió al pedido y le pidió que lo siguiera. La oficina presidencial estaba todavía con los muebles caídos y los archivos en el suelo por el ataque del día anterior, allí aún estaban los dos lingotes de estaño que había traído. Este el breve diálogo que entablaron ambos:

MARIANO PERÓ: «Me llevo esto capitán porque es mío, son piezas de estaño fundidas en mi hornito de Oruro
CAPITÁN: «Si son suyas, lléveselas. Al cabo son de estaño nomás»
MARIANO PERÓ: «Ya no tiene sentido que estén aquí, las traje hace un mes para mostrarle al presidente que es posible fundir estaño en Bolivia«

Y enseguida se estremeció al ver que uno de los lingotes tenía manchas de sangre.

Traicionado por sus ministros y abandonado por sus escoltas, es probable que el presidente Villarroel haya intentado defenderse con aquellos lingotes antes de ser asesinado. El lingote manchado con sangre es parte de la historia boliviana ligada al estaño, una historia escrita con sangre minera derramada con las masacres de Uncía, Catavi y otras matanzas de mineros que vendrían después por la codicia generada por obtener el metal del diablo.

Un año después y luego de vencer en desigual lucha a industriales mineros, fundidoras inglesas y norteamericanas, Mariano Peró comenzó a vender estaño fundido con una pureza de 99.85 % en Argentina y se esforzó por hacer llegar a los mercados europeos y norteamericanos la marca «ESTAÑO ORURO» que estaba impresa en todos los lingotes que salían de la ya consolidada «Fundición de Estaño Oruro» (FUNESTAÑO). Tal marca es ahora reconocida en el mercado internacional.
Contrario a los ridículos argumentos esgrimidos para no fundir en el país, los hornos de fundición sí funcionaban en la altura, todo el combustible y material fundente de la planta instalada a casi 4 mil metros sobre el nivel del mar tienen un origen local, no había que importar carbón desde Inglaterra y el frío altiplánico no derivaba en un mayor consumo de combustible y energía, menos había que importar estaño desde Nigeria para mezclarlo con el boliviano y lograr así una supuesta mejor recuperación. Fundentes como piedra caliza, cal apagada, cuarzo, carbonato de sodio también se producían en el país y costaban la mitad de lo que hubiera costado importarlas.

Los hornos rotatorios introducidos por el señor Peró en Oruro, revolucionaron el proceso de fundición de metales pues fueron los primeros en el mundo al tratarse de tecnología nueva para la reducción de estaño con 50 % de pureza. Además la planta de Agua de Castilla tenía una ubicación estratégica al estar ubicada sobre la faja estañífera del país entre los distritos mineros de Huanuni y Colquiri, las zonas productoras más ricas e importantes en Bolivia.

El momento clave para el país llegó el 9 de abril de 1952 cuando estalló la Revolución Nacional que derivó en la toma del poder por el Movimiento Nacionalista Revolucionario que nacionalizó las minas de los Barones del Estaño, hecho que quizás pudo ser evitado con la instalación de fundiciones en Bolivia por parte de Williams Harvey y el señor Patiño. Desde entonces los intereses británicos en el país comenzaron a tambalearse y aunque la planta del señor Peró fundía tan sólo una cuarta parte del estaño que se producía, los intereses extranjeros fueron heridos de muerte y el poder minero estaba casi aniquilado. Se dice que generó un ahorro de hasta 90 millones de dólares al competir con las fundiciones extranjeras, ahorro del que se beneficiaron COMIBOL, el Banco Minero, las cooperativas mineras, los mineros medianos y chicos.

La actividad metalúrgica de la Fundición de Estaño de Oruro S.A. (FUÑESTAÑO) se ha extendido por más de 70 años, hecho que por sí mismo hace que la empresa sea catalogada como pionera en la industria de la fundición en Bolivia. Hasta 1992 permaneció en la zona de Agua de Castilla desde donde se trasladó a la zona industrial de Huajara donde hoy en día sigue funcionando bajo la razón social de Operaciones Metalúrgicas S.A. (OMSA) donde se obtiene un producto del 99.99 % en lingotes de estaño.

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Mariano Peró Aramayo falleció en septiembre de 1964, no sin antes ver cumplido el sueño de contribuir con sus impuestos al desarrollo del país favoreciendo entre otras obras, a la construcción de la Ciudadela Universitaria de Oruro generando además fuentes de trabajo no solo en su empresa. Su experiencia hizo posible años después el desarrollo de otros proyectos de fundición como La Palca y Karachipampa además de la instalación y puesta en marcha de la primera fundidora estatal de estaño de ENAF en Vinto, convirtiendo al departamento de Oruro en distrito pionero en la fundición de minerales y centro metalúrgico de Bolivia.

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Documentos consultados

  • «El Poder y la Caída», Sergio Almaráz. Editorial Los Amigos del Libro, 1980.
  • «Historia de la minería andina boliviana», Carlos Serrano Bravo. Potosí, diciembre de 2004.
  • «Oruro Capital Metalúrgica de Bolivia», Perspectiva Minera. «La Patria», Oruro (22/01/2010)
  • «Sergio Almaráz: El Hombre y su Obra», Roberto Vila de Pando.
  • «Almaráz y la construcción del Estado Nacional», Andrés Solíz Rada. «Patria Grande», revista La Paz.
  • «La terca memoria de esos días», Coco Manto. «Cambio», La Paz (22/07/2007)

En su libro «El Poder y la Caída», Sergio Almaráz Paz usa la expresión “pasar de la barrilla al lingote” para referirse a la transformación de los concentrados de mineral en lingotes metálicos. La minería boliviana se estancó en la fase extractiva limitándose solo a producir concentrados (barrilla) para exportarlos en bruto.